Fernando Fernández Gómez, conocido artísticamente como Fernando Fernán Gómez, (Lima, Perú, 28 de agosto de 1921 – Madrid, 21 de noviembre de 2007); escritor, actor, guionista, director de cine y de teatro español.
Hijo extramarital, su padre fue el también actor Luis Fernando Díaz de Mendoza y Guerrero, hijo de María Guerrero, la cual impidió el matrimonio entre los padres de Fernando Fernán-Gómez. Estudió Filosofía y Letras en Madrid, pero su verdadera vocación lo condujo al teatro. Durante la Guerra Civil, recibió clases en la Escuela de Actores de la CNT, debutando como profesional en 1938 en la compañía de Laura Pinillos; allí le descubrió Enrique Jardiel Poncela, quien le dio su primera oportunidad al ofrecerle, en 1940, un papel como actor de reparto en su obra Los ladrones somos gente honrada. Trabajó como actor hasta principios de los 40 para dedicarse después al cine, primero como actor (en éxitos como Balarrasa o Botón de ancla) y como director más tarde, sin descuidar su vocación de autor de teatro y director de escena, y escritor y guionista asiduo de la tertulia del Café Gijón.
A partir de 1984 se vuelca en la escritura de personales artículos en Diario 16 y el suplemento dominical de El País, produciendo además varios volúmenes de ensayos y once novelas, fuertemente autobiográficas unas e históricas otras: El viaje a ninguna parte, El mar y el tiempo, El ascensor de los borrachos, etcétera. Fue un gran éxito su autobiografía en dos volúmenes, El tiempo amarillo; pero acaso su éxito más clamoroso lo haya obtenido con una pieza teatral prontamente llevada al cine, Las bicicletas son para el verano, sobre sus recuerdos infantiles de la Guerra Civil.
Se casó y divorció de la cantante María Dolores Pradera (1947–1959), con la que tuvo una hija, la actriz Helena Fernán Gómez, y un hijo, Fernando, relacionado también con el mundo de la cultura. Se volvió a casar en 2000 con la actriz Emma Cohen.
De su mano entró el cine en la Real Academia Española, en la que fue elegido miembro en 1998 y tomó posesión del sillón B el 30 de enero de 2000. Fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en el año 1995. Polifacético, querido y respetado por los profesionales de la industria y por varias generaciones de espectadores, encontró la popularidad como actor casi al principio de su carrera cinematográfica con el clásico de la comedia negra Domingo de carnaval (del célebre realizador Edgar Neville).
En los 50, se consolidó como actor principal, al tiempo que interviene en una de las primeras avanzadillas de lo que luego será el «Nuevo cine español»: Esa pareja feliz de Bardem y Berlanga. Al hilo del cine español de los sesenta, su filmografía como actor y director se llenó de comedias (La venganza de Don Mendo, Ninette y un señor de Murcia o Crimen imperfecto), excepción aparte de sus trabajos de dirección en El mundo sigue (1963), un durísimo drama naturalista, su primer éxito como director, y de su filme El extraño viaje (1964), en el que retrata, con casi mayor penetración que el propio Berlanga, el clima cicatero y opresivo de la sociedad del franquismo y que permanece como una de las cumbres del cine español de todos los tiempos; ambas producciones tuvieron tremendos encontronazos con la censura.
En los 70, se convirtió en uno de los actores más solicitados de la llamada Transición española, con títulos dorados como El espíritu de la colmena, Los restos del naufragio o ¡Arriba Azaña!. Con ello inició una exitosa colaboración al lado del notable director Jaime de Armiñán y una también estrecha relación profesional con Carlos Saura.
En 1981 protagonizó un film memorable, Maravillas de Gutiérrez Aragón, y comenzó a encadenar éxitos de crítica y público (La colmena, Stico, Los zancos, Réquiem por un campesino español, La corte del faraón, La mitad del cielo y El viaje a ninguna parte).
La década de 1990 presencia el inicio de un período de menor actividad profesional derivada de algunos problemas de salud y de, seguramente, falta de papeles de envergadura para un actor como él. Salvo Belle Époque y el Oscar que consigue la cinta como mejor película extranjera, debemos esperar hasta 1998 para volver a verle en dos cintas tan distintas como importantes (cada una a su manera) como son El abuelo (nominada al Oscar y gran éxito de taquilla) y Pepe Guindo (homenaje-ficción al gran actor por parte de un director infravalorado pero nada mediocre como Manuel Iborra). Entre medias, estuvo varias temporadas en la serie de TV Los ladrones van a la oficina, que le devolverían a la popularidad. Después recupera fuelle con tres grandes películas (Todo sobre mi madre, Plenilunio y el éxito popular La lengua de las mariposas).
Rodó la incomprendida Visionarios, de Gutiérez Aragón, El embrujo de Shangai, con Fernando Trueba, Para que no me olvides, y la que probablemente quede como su última gran interpretación en la espléndida En la ciudad sin límites, de Antonio Hernández.
Marisa Paredes, presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias cinematográficas de España, en la entrega de la décima Medalla de Oro, lo describió a la perfección: «Por anarquista, por poeta, por cómico, por articulista, por académico, por novelista, por dramaturgo, por único y por consecuente».
El 19 de noviembre de 2007 fue ingresado en el área de Oncología del madrileño Hospital La Paz para ser tratado de una neumonía. Falleció en Madrid, dos días más tarde, a los 86 años de edad. Tras anunciarlo el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero en la capilla ardiente del actor, el Gobierno de España le concedió el día 23 de noviembre, a título póstumo, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio. También, el alcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón anunció que el Centro Cultural de la Villa de Madrid pasará a llamarse Teatro Fernando Fernán Gómez. En la capilla ardiente su féretro fue recubierto con una bandera rojinegra anarquista, siendo posteriormente incinerado.
Hijo extramarital, su padre fue el también actor Luis Fernando Díaz de Mendoza y Guerrero, hijo de María Guerrero, la cual impidió el matrimonio entre los padres de Fernando Fernán-Gómez. Estudió Filosofía y Letras en Madrid, pero su verdadera vocación lo condujo al teatro. Durante la Guerra Civil, recibió clases en la Escuela de Actores de la CNT, debutando como profesional en 1938 en la compañía de Laura Pinillos; allí le descubrió Enrique Jardiel Poncela, quien le dio su primera oportunidad al ofrecerle, en 1940, un papel como actor de reparto en su obra Los ladrones somos gente honrada. Trabajó como actor hasta principios de los 40 para dedicarse después al cine, primero como actor (en éxitos como Balarrasa o Botón de ancla) y como director más tarde, sin descuidar su vocación de autor de teatro y director de escena, y escritor y guionista asiduo de la tertulia del Café Gijón.
A partir de 1984 se vuelca en la escritura de personales artículos en Diario 16 y el suplemento dominical de El País, produciendo además varios volúmenes de ensayos y once novelas, fuertemente autobiográficas unas e históricas otras: El viaje a ninguna parte, El mar y el tiempo, El ascensor de los borrachos, etcétera. Fue un gran éxito su autobiografía en dos volúmenes, El tiempo amarillo; pero acaso su éxito más clamoroso lo haya obtenido con una pieza teatral prontamente llevada al cine, Las bicicletas son para el verano, sobre sus recuerdos infantiles de la Guerra Civil.
Se casó y divorció de la cantante María Dolores Pradera (1947–1959), con la que tuvo una hija, la actriz Helena Fernán Gómez, y un hijo, Fernando, relacionado también con el mundo de la cultura. Se volvió a casar en 2000 con la actriz Emma Cohen.
De su mano entró el cine en la Real Academia Española, en la que fue elegido miembro en 1998 y tomó posesión del sillón B el 30 de enero de 2000. Fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias de las Artes en el año 1995. Polifacético, querido y respetado por los profesionales de la industria y por varias generaciones de espectadores, encontró la popularidad como actor casi al principio de su carrera cinematográfica con el clásico de la comedia negra Domingo de carnaval (del célebre realizador Edgar Neville).
En los 50, se consolidó como actor principal, al tiempo que interviene en una de las primeras avanzadillas de lo que luego será el «Nuevo cine español»: Esa pareja feliz de Bardem y Berlanga. Al hilo del cine español de los sesenta, su filmografía como actor y director se llenó de comedias (La venganza de Don Mendo, Ninette y un señor de Murcia o Crimen imperfecto), excepción aparte de sus trabajos de dirección en El mundo sigue (1963), un durísimo drama naturalista, su primer éxito como director, y de su filme El extraño viaje (1964), en el que retrata, con casi mayor penetración que el propio Berlanga, el clima cicatero y opresivo de la sociedad del franquismo y que permanece como una de las cumbres del cine español de todos los tiempos; ambas producciones tuvieron tremendos encontronazos con la censura.
En los 70, se convirtió en uno de los actores más solicitados de la llamada Transición española, con títulos dorados como El espíritu de la colmena, Los restos del naufragio o ¡Arriba Azaña!. Con ello inició una exitosa colaboración al lado del notable director Jaime de Armiñán y una también estrecha relación profesional con Carlos Saura.
En 1981 protagonizó un film memorable, Maravillas de Gutiérrez Aragón, y comenzó a encadenar éxitos de crítica y público (La colmena, Stico, Los zancos, Réquiem por un campesino español, La corte del faraón, La mitad del cielo y El viaje a ninguna parte).
La década de 1990 presencia el inicio de un período de menor actividad profesional derivada de algunos problemas de salud y de, seguramente, falta de papeles de envergadura para un actor como él. Salvo Belle Époque y el Oscar que consigue la cinta como mejor película extranjera, debemos esperar hasta 1998 para volver a verle en dos cintas tan distintas como importantes (cada una a su manera) como son El abuelo (nominada al Oscar y gran éxito de taquilla) y Pepe Guindo (homenaje-ficción al gran actor por parte de un director infravalorado pero nada mediocre como Manuel Iborra). Entre medias, estuvo varias temporadas en la serie de TV Los ladrones van a la oficina, que le devolverían a la popularidad. Después recupera fuelle con tres grandes películas (Todo sobre mi madre, Plenilunio y el éxito popular La lengua de las mariposas).
Rodó la incomprendida Visionarios, de Gutiérez Aragón, El embrujo de Shangai, con Fernando Trueba, Para que no me olvides, y la que probablemente quede como su última gran interpretación en la espléndida En la ciudad sin límites, de Antonio Hernández.
Marisa Paredes, presidenta de la Academia de las Artes y las Ciencias cinematográficas de España, en la entrega de la décima Medalla de Oro, lo describió a la perfección: «Por anarquista, por poeta, por cómico, por articulista, por académico, por novelista, por dramaturgo, por único y por consecuente».
El 19 de noviembre de 2007 fue ingresado en el área de Oncología del madrileño Hospital La Paz para ser tratado de una neumonía. Falleció en Madrid, dos días más tarde, a los 86 años de edad. Tras anunciarlo el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero en la capilla ardiente del actor, el Gobierno de España le concedió el día 23 de noviembre, a título póstumo, la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio. También, el alcalde de Madrid Alberto Ruiz-Gallardón anunció que el Centro Cultural de la Villa de Madrid pasará a llamarse Teatro Fernando Fernán Gómez. En la capilla ardiente su féretro fue recubierto con una bandera rojinegra anarquista, siendo posteriormente incinerado.
1 comentario:
que la tierra te sea leve compañero.
salud y anarquía fernando!!
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