martes, 15 de abril de 2008

El asadito



Ficha técnica
• Año: 1999.
• Duración: 72 mins.
• Nacionalidad: Argentina.
• Género: Drama-comedia.
Ficha artística
• Director: Gustavo Postiglione.
• Guión: Gustavo Postiglione.
• Reparto: Tito Gómez, Raúl Calandra, Héctor Moli­na, Gerardo Dayub, David Edery, Carlos Resta.
• Música: Iván Tarabello.
• Fotografía: Fernando Zago.
• Producción: Gustavo Postiglione.
Sinopsis
El 30 de diciembre de 1999, un grupo de amigos se reúne en la terraza de la casa de uno de ellos. El festejo se prolonga hasta las primeras horas del último día del milenio, entre charlas sobre mujeres, fútbol, política, cine, historietas y diversos recuer­dos de sus vidas y de la relación que han manteni­do a lo largo de los años.
Crítica
El asadito es todo lo que se ha dicho por ahí, lo que varía son las proporciones. Ha sido rodada de un tirón, durante las veinte horas que unieron la tarde del 30 de diciembre de 1999 con la madru­gada del “último día” del siglo XX, y es la historia de esas mismas veinte horas. Que se consumen en el departamento “tipo casa” de Tito, próximo al centro de Rosario. Entre su patio y terraza transcu­rrirá este asado que comparten siete amigos naci­dos en aquella ciudad. Un poco por la fecha, otro poco porque hace tiempo que, viejos ami­gos como son, no coincidían en un mismo lugar (incluyendo a ese que vive en Buenos Aires y cae sin aviso), no se trata de un asado cualquiera. Tiene vi­sos, justamente, de reunión, y en cuanto tal se muestra pro­picio para evocar tiempos idos. O para ensayar, consolidar, o cuanto menos considerar, una mirada hacia el pa­sado. Un balance.
Estamos hablando de una reunión de hombres más o menos cuarentones. Y esto ya no es cualquier cosa, sino una de las cosas más sabrosas (el olor del asadito torció mis habituales metáforas) y com­plejas que puede abordar el cine argentino contem­poráneo. Porque una reunión de cuarentones sobre el filo del 2000 está casi obligada a asumir una ex­presión muy trágica. Los que tienen más o menos cuarenta en el 2000 tenían entre quince y veinte cuando la dictadura más sangrienta de la historia de este país empezó a decapitar a varias genera­ciones. Y entre otras, a la de El asadito. Cuando digo a decapitar digo a cortar cabezas, pero no sólo de un modo literal. La dictadura no fue tan torpe como asesina: quiso matar a lo mejor, descabezar a esas generaciones, y lo consiguió en buena me­dida. Los que comparten este asado no son ni lo mejor ni lo peor, son los que quedaron. Los que la dictadura nos dejó.
Tito, el Turco, Héctor, Raúl, Da­vid, Daniel y Carloncho hablan de los temas que convocan a cualquier grupo de varones desde casi siempre: coches, minas, fútbol, cine, plata... hasta política. Y sin embargo eso otro, eso de lo que hablá­bamos, ya desde el principio parece hacerse un lugarcito ahí, entre ellos. Y planea como una ausencia sobre las primeras mesas y sobreme­sas de este largo encuentro a siete voces
Es mérito de la dirección de actores que esta tensión emerja sutilmente, naturalmente, para sostenerse durante la primera mitad del relato. Más allá de unos pocos diálogos que flaquean, la credibilidad de las criaturas que no dejan de charlar ante noso­tros es notable. Con lo que nos alejamos del “costumbrismo” para acercarnos al “naturalis­mo”: reconocerse en ellas no es difícil; reconocerlas es más fácil aun. Ahora bien, al cabo de un rato de naturalismo alguien po­dría decir: muy bien, estos ti­pos son como mis amigos y yo, se nos parecen... ¿pero qué hacen en esta película? O más bien: ¿qué hace esta película con ellos?
Acá quería llegar. Ya queda dicho que a poco de empezar los planta con credibilidad y firmeza, y que los envuelve en cierto halo de tragedia que se percibe sutilmente. No es poco. Pero una vez logrado esto, no hace muchas otras cosas con ellos durante demasiado tiempo. Tito y sus invitados vuelven sobre sí mismos, se reiteran, sin que el film alcance a traducir la mayor parte de esa acu­mulación en drama. En otros términos, los 72 mi­nutos de El asadito se hacen largos. Otra cosa que hace la película viene un poco de la mano de ese rosarino doblemente aporteñado: porque vive en Buenos Aires, pero también porque su liviandad, su falta de lealtad, sus fríos “principios” aparecen algo más que subliminalmente asociados con la ca­pital de este país. Como si el Turco se hubiese con­tagiado de Buenos Aires. ¿Será un prejuicio? En el mejor de los casos resulta contradictorio con la –aventuro– mayor revelación de esta película:
los otros personajes, rosarinos de pura cepa ¡po­drían pasar perfectamente por porteños, tanto en acento como en “melancolía” y tópicos!
Guillermo Ravaschino
El director
Gustavo Postiglione

Nacido en 1963 en Rosario, bajo el signo de la dictadura militar argen­tina, ha incidido en la renovación del cine argentino. La realidad del entorno le obligó a realizar un cine de bajo coste y en tiempo record (El asadito en 24 horas), pero apostó a nuevas formas de narrativa que exigen participación activa del es­pectador.
Postiglione retrata la vida cotidiana de la gente co­mún, mostrando algunos de los males que aquejan a la sociedad argentina de hoy procurando la reflexión para descubrir una razón. En la misma clave del más joven cine argentino, su obra atiende a la atmósfera más que a la trama argumental. Lejos de las pautas del relato clásico, se dedica a describir y contemplar a sus personajes atrapados entre el tedio, la inacción y la falta de sentido, mostrando notable sensibilidad para atrapar en cada uno el momento más revelador, la palabra más significativa. Su obra explora la elasti­cidad del lenguaje cinematográfico y la multiplicidad de formas, libres del acartonamiento que otrora ca­racterizaba al cine argentino. Esta es la primera re­trospectiva que de este director se realiza en España un cine que ha pasado desapercibido por las salas comerciales europeas.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

To be a good benign being is to from a amiable of openness to the far-out, an gift to guardianship uncertain things beyond your own restrain, that can front you to be shattered in unequivocally exceptional circumstances on which you were not to blame. That says something remarkably outstanding thither the prerequisite of the honest compulsion: that it is based on a conviction in the unpredictable and on a willingness to be exposed; it's based on being more like a shop than like a treasure, something fairly feeble, but whose mere special handsomeness is inseparable from that fragility.

Anónimo dijo...

Advice in old age is foolish; for what can be more absurd than to increase our provisions for the road the nearer we approach to our journey's end.
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